
En realidad, Rabin no sabía lo que quería hacer en la vida. Eso lo descubrió cuando se hizo un poco más mayor. Lo que sí sabía es que no quería quedarse en su pueblo toda la vida. Rabin creció en Dhampus, un pueblo a las faldas de los Annapurnas, en Nepal. Un pueblo que no tiene más de 3.000 habitantes, dedicados tradicionalmente a la agricultura. Rabin creció junto a sus hermanos y hermanas y estudió en el único colegio del pueblo. Cada mañana, cuando caminaba para llegar hasta la escuela, miraba hacia las montañas y se daba cuenta de la inmensidad y grandeza que desprendían.
Desde muy pequeño, fue un soñador. Se preguntaba qué habría más allá de esas montañas. Más allá de esa vida que le esperaba en su pueblo. Fueron pasando los años y Rabin, cada día, hacía lo mismo. Iba a la escuela, jugaba con los amigos de siempre y volvía a casa. Un día, aparecieron unos montañeros extranjeros por la zona. Habían escogido Dhampus como primera parada de una ruta que estaban haciendo hacia los Annapurnas. Rabin intentó comunicarse con ellos. Habían despertado su curiosidad. ¿Quién querría visitar su pueblo, que apenas tenía nada? Los montañeros le explicaron que ese pueblo era uno de los más bonitos que habían conocido hasta entonces. Que poder tener frente a tu ventana la vista de los Annapurnas era un auténtico regalo y un privilegio que Rabin debía valorar.
Esas palabras se le quedaron grabadas. Debía valorarlo.
Así, comenzó a pintar. Cada tarde, al volver de la escuela, Rabin se sentaba frente a su ventana y pintaba las montañas. Una, y otra vez. Cuando se cansó de pintar las montañas, empezó a pintar los animales de la granja de su familia. Después, a su propia familia. Luego llegaron los pájaros, las carreteras, los símbolos hinduistas…o, simplemente lo que su imaginación le iba dictando. Pronto se dio cuenta de que había sido bendecido con un don. El de transmitir a través de sus dibujos auténticas emociones.
A esos primeros montañeros que aparecieron aquel día por su pueblo, le fueron siguiendo más y más. Su pequeña aldea empezó a estar en el mapa de todos aquellos viajeros que querían hacer una ruta diferente por la zona de los Annapurnas. Y el pueblo se empezó a preparar para ello. Pronto aparecieron las primeras casas de huéspedes, algún que otro restaurante de comida local, e incluso hace no mucho tiempo, el wifi llegó a los puntos más desarrollados de Dhampus. Lo que verdaderamente mejor le vino al pueblo, es que se empezó a construir una carretera para ascender hasta los 1.650 metros a los que se encuentra situado. Hasta ese momento, la única manera de conectar con el mundo exterior era subir o bajar campo a través por la montaña. Lo que significaba un esfuerzo sobrehumano cada vez que los habitantes de Dhampus tenían que viajar más allá de su pueblo o, simplemente, ir hasta Pokhara, la ciudad más cercana, a comprar provisiones.
Y Rabin, cada vez abría más los ojos y aprendía de cada viajero que pasaba por allí. Un día, conoció a una pareja de australianos. Llevaban 7 años viajando alrededor del mundo y decían que Nepal era su destino favorito. Por sus paisajes, sus montañas, la pureza de sus gentes, la calidez de sus sonrisas, la rica y variada gastronomía y la libertad que se respiraba. A Rabin no dejaba de asombrarle que viajeros de países tan desarrollados como Australia hablaran con tanta pasión de su país. La pareja de australianos pasó unas semanas con la familia de Rabin. Le enseñaron inglés, le hablaron de la historia de su país, le mostraron fotografías de los lugares más maravillosos de Australia, le explicaron el significado de los tatuajes que ambos tenían en distintas partes de su cuerpo y que a Rabin tanto llamaron la atención y, por supuesto, le invitaron a visitarles.
Como regalo de despedida, Rabin les dio un dibujo de los Annapurnas que dejó a la pareja absolutamente perpleja. Era precioso. Transmitía todas esas emociones que habían estado compartiendo con Rabin. Un año más tarde, llegó una carta para Rabin. Los australianos se habían tatuado el dibujo de las montañas nepalíes que había hecho Rabin, y le mandaban una foto. Ese mismo día, Rabin supo que su destino acababa de cambiar. Ya sabía cómo explotar su don! Haría todo lo posible por viajar a Australia y buscar una oportunidad allí.
A la mañana siguiente, Rabin hizo la mochila. Cogió su block de dibujo, sus pinturas y se despidió de su familia. Iba a buscar una oportunidad en Pokhara, abajo, en el valle de los Annapurnas. Todos los viajeros que había ido conociendo le hablaban de esta ciudad y de cómo iba creciendo cada vez más. Tras un par de meses probando distintos oficios y ahorrando dinero, Rabin pudo comenzar a trabajar en su futuro. Su pintura, su minuciosidad, su delicadeza y su calidez con la gente le daban la oportunidad de poder llevar las emociones de sus dibujos a la piel de sus clientes. Buscó la manera de financiar un pequeño estudio de tatuajes en la cuarta planta de una callejuela de Pokhara y, poco a poco, se fue estableciendo.
Su don para el dibujo, junto con su honestidad y simpatía fueron corriendo de boca en boca entre los habitantes de Pokhara y los turistas que por allí pasaban. Tan sólo tenías que contarle a Rabin tu historia, y él te propondría el dibujo que mejor la transmitiera.
Así fue como nosotros le conocimos. Paseando por las calles de Pokhara y con un sentimiento a flor de piel. El de estar cumpliendo nuestro sueño y haber acabado la primera parte de la aventura entregando a Golfi en Kirguistán. Rabin y su arte nos cautivaron en apenas segundos. Conectamos. Nos sentimos como en casa. Le contamos nuestra historia, le enseñamos fotos y sus ojos nos dijeron que lo tenía claro. Él también nos conto su historia. Ésta que acabo de narrar.
Por ello, no sólo nos decidimos a compartir nuestras emociones con él y que él las trasladara a nuestros cuerpos a través de su arte, sino que nos animó a visitar su pueblo y a contemplar las montañas desde allí. Así lo hicimos. Vimos el pueblo tratando de descubrir los matices que él nos había ido contando. Y tratamos de comprender lo que él de niño había sentido. Especialmente, ese sentimiento de grandeza e inmensidad ante las montañas. Sintiéndonos muy pequeños y, a la vez, muy afortunados de haber podido abrir esa mañana la ventana, la misma que él abría cada día, y habernos rendido ante su majestuosidad.
Hoy, Rabin sigue en su estudio de tatuaje de Pokhara. Aún no ha podido viajar a Australia. Pero su gran sonrisa te recibe en cuanto entras en su estudio, y su gran corazón te despide cuando te vas. Seguro que, muy pronto, Rabin consigue su sueño. Mientras, seguirá visitando Dhampus y sus montañas, aquellas que le abrieron las puertas de una nueva vida. La que él ha elegido

Angel
enero 22, 2018Maria
enero 23, 2018me salen unos números en tu comment!!! Muaaaaa
Pilar
enero 23, 2018Me encanta como escribes y siempre me dejas con ganas de mas. Asi que ya sabes cual es mi peticion. Besos a los dos.
Maria
enero 23, 2018Muchísimas gracias! Me hace mucha ilusión. Siii!! Me ha costado retomar, pero ya estoy de vuelta! Un besazo de los dos
Angel
enero 24, 2018Eran unos emojis de palmas por volver al blog…. Jejeje
Maria
enero 24, 2018En cuanto te has ido!!!! Jejee!!Ya estoy de vuelta. El siguiente, cocinandose! Un besazo